Desde tiempos remotos, se tienen noticias de la existencia de la Hacienda Torre de las Arcas, como villa romana y más probablemente como alquería musulmana. No es hasta el siglo XIII y más concretamente el año 1.278, cuando aparece el primer documento juridicolegal como gran propiedad en el repartimiento del Reino de Sevilla, inmediatamente posterior a su conquista por el Rey Fernando III apodado el Rey Santo.

La Hacienda Torre de las Arcas posee un caserío, que ha constituido siempre el elemento de identidad de la finca y ha sido el factor que ha dirigido la aglutinación de sus tierras y su explotación. La imagen mental que de Torre de las Arcas se tiene, ha sido siempre la de su blanco caserío, con sus salientes torreones de contrapeso de las vigas y sus palmeras emergentes.

Desde sus orígenes hasta nuestros días, su principal actividad ha sido la explotación agrícola y todas sus dependencias han sido utilizadas para dicho fin, pero debido a la modernización de la agricultura, se decide rehabilitar el caserío para albergar todo tipo de celebraciones, de este modo se destina la Bodega como salón principal, el Molino para las fiestas, las antiguas Cuadras para museo y la Entrada ajardinada con sus arcadas para la recepción.